Estábamos ensimismados mirando nuestros paneles, cuando la alarma temporal llamó mi atención. Algo se estaba formando en el exterior, pero antes de poder pronunciar una palabra, grandes turbulencias bandearon nuestros puestos de forma brusca. Nos miramos alarmados, en un primer momento, para luego apartar la vista de nuestros asustados rostros y vimos, frente a la nave, un gran vórtice que nos atraía sin remisión. Había surgido de la nada. Como esas tempestades de las que oí hablar de pequeño a mi abuelo y que se formaban cerca de donde vivíamos, que él llamaba danas
Nos enganchamos a los asientos antes de ser zarandeados con tanta fuerza que todo aquello que no estaba anclado, salió volando a nuestro alrededor. En el centro del vórtice, una tormenta eléctrica empezó a poner en peligro nuestros sistemas. Incluso los testigos de los motores parpadearon informando de un magnetismo que los desestabilizaba. Todo temblaba. Los crujidos que podían anunciar el desmembramiento de la nave llegaron claramente a mis oídos, poniendo banda sonora a mi creciente pánico. Una brusca aceleración me incrustó al asiento de mi puesto con tanta fuerza que a duras penas podía respirar. La cabina estaba presurizada, pero parecía que todo el oxígeno se había acumulado en otro sitio y no llegaba a mis pulmones. Noté como la nariz me sangraba y eso aumentaba mi asfixia. No veía a mis compañeros, oí en la lejanía un grito, a la vez que los quejidos de la nave aumentaban y de repente todo se volvió negro. Dejé de sentir.
Saboreé mi sangre y eso me dijo que no había muerto. También percibí que estaba en gravedad cero. Al enfocar la vista hacia el exterior vi dos planetas desconocidos. ¿Dónde estábamos? ¿Qué tempestad nos había convertido en náufragos en el espacio?
Sacudí mi cabeza a la par que un escalofrío recorría mi cuerpo. Tenía que ver los daños que se habían producido, primero en mi cuerpo y después saber cómo estaban los compañeros y la nave. Ya habría tiempo de saber dónde estábamos. Aflojé mi agarre al puesto de mando para acercarme al panel donde todavía parpadeaban tenuemente algunos dispositivos. El resto del habitáculo estaba en penumbra iluminado solo por las luces habituales de emergencia. El silencio a mi alrededor me produjo una punzada en la cabeza y más cuando tuve la certeza de que este era el principio del algo de lo que tenía un recuerdo lejano pero no era capaz de saber que venía ahora.
—Harmon, informe de la situación. Daños humanos —le hablé al asistente.
—Ninguna baja. Leves hemorragias nasales, bajada brusca de la temperatura corporal con posterior taquicardia. Chequeando y reiniciando sistemas.
—Averigua después dónde coño estamos y cómo hemos llegado hasta aquí.
—Eso es fácil, señor. Hemos atravesado una tormenta plasmática de nivel 4 y hemos aparecido en el cuadrante 2 de la nebulosa Neliam. —En algunos momentos Harmon era demasiado impertinente para ser un ordenador de última generación.
Miré a mi alrededor y vi como los compañeros se iban moviendo en sus puestos, por lo que me acerqué a ver como estaban todos tras limpiarme la sangre que había salido de mi nariz. No lograba ni quitarme la sensación de que aquello acababa de empezar ni las dolorosas punzadas en mi cabeza. Una leve vibración agitó la nave. Harmon había reiniciado la propulsión, algo de lo que me alegraba, porque estar flotando en el espacio a merced de la nada no era una opción.
—Sory, informe —le dije a mi compañero de la derecha. Su trabajo era controlar todo lo que ocurriera en el exterior.
—Parece que la tormenta ha desaparecido exactamente igual que comenzó, la diferencia es que estamos como dice Harmon a bastantes años luz de dónde nos encontrábamos.
—¿Y la fecha? —cuando hice la pregunta, yo mismo me sorprendí. La había formulado como si no hubiera sido yo.
—El tiempo ha empezado a correr de nuevo al poco de salir de la turbulencia. Dentro de ella se ha parado y después, cuando ha desaparecido, todo ha vuelto al mismo cómputo.
—Comandante Rensy —la voz agitada de Nalía llamó mi atención—, acaba de aparecer en mi pantalla un objeto flotando próximo a la nave.
—¿Objeto?
—Perdón, comandante —respondió la tripulante. —Todavía no estoy muy fina. Es una pequeña nave que parece no tener energía, pero sí está tripulada.
—Informe, Harmon.
—Estoy en ello, Marcus. —A veces era un fastidio tener tanta confianza con el asistente. Harmon llevaba conmigo desde hacía años y se tomaba demasiadas atribuciones. También me había salvado la vida pero no dejaba de ser una inteligencia artificial, mejorada hasta un nivel casi humano. Lo malo es que también su sentido del humor, impertinencia, confianza y chistes malos, eran humanos. —En el interior hay un ser de la raza Arkoi pero sus constantes vitales son muy débiles.
Había tratado con algún arkoino en mis visitas a otras zonas de la galaxia, también en sus visitas diplomáticas a la Tierra pero, en realidad, siempre de pasada y no tenía muy claro cómo hacerlo.
—¿Podemos acercarnos y recoger la nave?
—El transporte se acerca a nosotros. Lo podremos recoger sin problema.
—¿Pero no has dicho que carece de propulsión?
—Sí Marcus, aunque una fuerza proveniente del arkoino la hace acercarse a nosotros. Y antes de que me preguntes: sigue inconsciente pero es capaz de hacerlo —maldije por lo bajo, sabiendo que Harmon me oiría. En una persona, su manera de ser ya le habría supuesto un expediente e irse a barrer los desiertos de escoria de Vulna.
Antes de que me sacara de quicio, y lo desconectara, di las órdenes oportunas para rescatar la nave y que llevaran a su pasajero al área médica para intentar hacer que recobrara el sentido.
Hice una ronda para comprobar que todos los compañeros estaban bien antes de dirigirme a la zona médica. La nave que comandaba era de nueva construcción y estaba de pruebas por orden del Congreso de la flota, aunque faltaban poco para que entrara en servicio, pero con lo ocurrido sospechaba que habíamos iniciado nuestro trabajo antes de lo previsto. Era un crucero de exploración de tamaño medio, de tres cubiertas: puesto de mando, área de vida y zona de propulsión. En total la dotación era de 10 tripulantes y me alegraba de que estuviéramos todos en ese momento y que el crucero tuviera sus armas en funcionamiento. Tras la ronda, me dirigí hacia el área de vida donde nuestro viajero estaba siendo atendido por Zairo, médico de la nave. Me encontraba inquieto y no era por cómo se estaba desarrollando estas últimas horas, sino más bien porque mi instinto me decía que la llegada del arkoino estaba relacionado con la tormenta de plasma. Entré en el área médica con mis alterados pensamientos y vi al doctor inclinado sobre la mesa de información donde, en distintos cuadrantes, se veían las constantes vitales de los pacientes.
—Me alegro de verte, Marcus.
—¿Alguna novedad, Zairo? —Miré hacia la capsula donde el cuerpo de nuestro visitante estaba siendo analizado por el dispositivo médico de Harmon.
—Según Harmon, nuestra paciente está en un sueño profundo pero que ella controla. No parece interesada en despertar aunque es cierto que, desde hace un momento, sus constantes han empezado a estar más activas. Ahora que has llegado, me voy a acercar a la cubierta de propulsión porque me ha avisado Noe que Lixus tiene una quemadura en el brazo pero que no abandona su puesto hasta no estar seguro de que todo está en orden.
—Acabo de estar allí. No es grave y venía precisamente a decirte que bajaras tú, porque como has dicho: Lixus no va a venir por voluntad propia.
El doctor recogió un par de cosas que necesitaba abandonando el área y me quedé allí mirando el panel con las constantes vitales. Hasta donde yo sabía, la anatomía de los arkoinos era muy similar a la humana, aunque tenían unas capacidades mentales más complejas, y eso que nosotros, gracias a la evolución biomédica, habíamos alcanzado unas cotas que nunca llegamos a pensar que lograríamos. Aunque todos los individuos humanos no estaban capacitados para ese desarrollo y las pruebas para conseguir la licencia biomédica eran muy exigentes. Que me lo contaran a mí, que solo de pensar todo lo que tuve que pasar en la academia médica todavía me producía sudores.
Estaba distraído entre mis pensamientos y lo que miraba en la pantalla cuando la cápsula médica se abrió.
—Harmon, ¿por qué has abierto la capsula?
—No he sido yo. La ha abierto ella.
Me puse a la defensiva mientras miraba hacia la capsula no sabiendo muy bien a que podría atenerme. No tenía conocimiento de que los habitantes de Arkoi fueran violentos pero últimamente habían cambiado las alianzas y todo era posible. Salí de detrás de la mesa con todos mis sentidos alerta y, aunque una parte de mí me gritó que no era buena idea acercarme mucho al habitáculo médico, un tenue olor muy agradable proveniente de ese espacio me llamaba como las flores a las abejas en mi planeta. Pude ver su rostro en apariencia tranquilo. Me sorprendí al ver sus ojos abiertos pero translúcidos y entonces recordé que el planeta Arkoi era muy desértico y sus habitantes viven bajo tierra, aprovechando los manantiales subterráneos, en grandes ciudades similares a invernaderos naturales y por eso sus ojos tienen doble párpado: el exterior, que en este caso estaba abierto, y el interior traslúcido que les permitía ver en la superficie de su planeta cuando había tormentas de polvo. Sus pestañas también eran largas y tupidas. Era una mujer joven, aunque poco más podía saber de ella porque estaba cubierta con una sábana con la que también Harmon controlaba sus constantes vitales y la temperatura corporal. Vi que movía los labios pero no emitía ningún sonido. Me acerqué un poco más tratando de oír algo de lo que decía tras activar mi traductor cerebral. Me encontraba tan próximo que, al respirar, percibí con fuerza el olor que ya me llamó la atención en un primer momento y cerré los ojos durante unos segundos asimilando un reconocimiento lejano. Cuando los abrí me asuste. Los párpados dobles de la mujer estaban abiertos y me miraba fijamente con sus ojos amarillo verdosos, de pupila rasgada como los felinos de mi planeta. Me agite mareado por el olor y asustado por la mirada y cuando quise echarme hacia atrás, la mujer sacó las manos de debajo de la sábana y sujetando mi cara me obligó a pegar mi frente a la suya sin apartar su mirada de la mía. Y en ese momento me reveló todo.
Una parte de mi cerebro vio al doctor entrar alarmado en la sala acompañado de Noe. Hice un sobreesfuerzo mental y los avisé con mi pensamiento de que no se preocuparan: la mujer se estaba comunicando conmigo y no me estaba haciendo daño. Cuando acabó volvió a cerrar los ojos y pareció quedarse dormida, pero esta vez una leve sonrisa se quedó marcada en sus labios.
—¿Qué ha pasado aquí? —preguntó Noe, pasándose la mano por la frente como solía hacer cuando estaba nerviosa.
—Es Noriah, embajadora de Arkoi y dama de rango de la orden de los arkanos. Por lo visto ella produjo la tormenta de plasma, como forma de viajar en nuestra búsqueda, pero algo salió mal y ocurrió al revés. Fuimos nosotros los que entramos en su espacio inutilizando su nave. Ha sido enviada por el gobierno del consejo arkoino para pedir ayuda.
—Y ahora, ¿qué vamos a hacer? —el tono del doctor era tan alarmado como el de Noe cuando me cuestionó. Había comenzado a chequear mis constantes. Me notaba algo débil, como si una parte de mi energía hubiera sido absorbido por la mujer.
—Pues tendremos que esperar a que se recupere, mientras yo analizo la información que ha volcado en mi mente y tomaremos las decisiones oportunas. Trataré de ponerme en contacto con nuestro mando, aunque sospecho que estamos solos en esto, de momento.
Ahora tendría que pensar si todo lo que aquella mujer me había transmitido iba a contárselo a mi mando o era mejor omitir cierta parte de la información, según se desarrollaran los hechos, porque estaba claro que ella y yo nos conocíamos pero, ¿de dónde? Y, ¿desde cuándo? (Continuará…)
Relato original de Gaby Taylor