Durante unas horas me asaltaron pensamientos extraños en los que la imagen de nuestra sorprendente invitada aparecía y desaparecía en mi mente. Permaneció siempre en silencio pese a que sabía que tenía la capacidad de comunicarse con mi mente. Eso me mantenía alerta porque desconocía hasta qué punto era capaz de leer mis pensamientos. Intenté analizar todo lo que había ocurrido cuando recibí el aviso del doctor Zairo, donde me informó de que ella estaba volviendo en sí y que me sacó de mis elucubraciones. Dejé el puesto de mando en manos de Sory y me dirigí hacia la zona médica de la nave.
—Señor, percibo un trasvase de información desde la nave hacia un punto del planeta Arkoi —si no fuera porque Harmon era un asistente bioinformático de alto nivel podría decir que su comentario tuvo un punto de alarma.
—¿De qué tipo de información estamos hablando? —respondí peinando mi pelo con los dedos para acabar rascándome la nuca. El pelo me llegaba hasta los hombros y me supuso algunos problemas en la academia pero había logrado no tener que cortármelo como habitualmente hacían con los cadetes. Había sido el único privilegio que me permití solicitar siendo hijo de quien era.
—No es nada que afecte a nuestra seguridad. Se trata de una conversación entre la embajadora Noriah y un miembro del Consejo Superior de su planeta. Tienen una forma de gobierno un poco primitiva, si me permite el comentario, pero bastante efectiva y directa.
Corté la comunicación con Harmon, porque sospeché que todo lo que pasara por nuestras cabezas sería conocido por nuestra invitada, algo que no me resultaba nada agradable. Cuando llegué a la zona médica Zairo me esperaba prácticamente a la entrada y, por su forma de frotarse las manos, supe que estaba impaciente.
—Está en mi despacho y solo quiere hablar contigo —no hice ningún comentario y me dirigí hacia allí, tras salir del área médica.
Ella estaba de pie, dando la espalda a la entrada, mirando por la apertura que daba al exterior donde se veía una estupenda imagen del espacio y del planeta que orbitábamos desde que salimos de la tormenta: Arkoi. Por su postura la percibí segura y tal vez altiva, y eso me hizo pensar que debía de pertenecer a la élite de su planeta que gobernaba, aunque no conocía muy bien su estructura social. Pero lo que en realidad me molestaba era su capacidad de introducirse en mi cabeza y alterarme más de lo que quería reconocer.
—Siento que le moleste mi capacidad de comunicación, pero cada raza tiene sus formas de defenderse. Mi nombre es Noriah —si ella estaba enfadada con mis pensamientos, tal como intuí por la forma de decirlo, era su problema. No habíamos iniciado bien nuestro primer encuentro.
—Llegados a este punto, mejor será tutearnos. Soy el comandante de esta nave, Marcus Rensy —le respondí en el mismo tono seco, aunque en mi rostro surgió una leve sonrisa. A estas alturas seguramente sabría ella bastante más de mí de lo que me gustaría.
—Entonces iré al fondo de la cuestión. El Consejo Supremo de Arkoi me envía como embajadora porque hemos sufrido un robo en nuestra biblioteca ancestral y tememos que el libro que ha sido robado pueda perjudicar no solo a nuestro mundo si no a otros más alejados, incluido el tuyo. Un ejemplo lo tenemos en la tormenta que se ha producido tratando de evitar este encuentro y además estamos sufriendo una enfermedad desconocida para nosotros. Pero todos los detalles te los contará mi superior. Os invitamos a nuestro planeta, a la ciudad de Mormuk, para que conozcáis nuestra cultura y las causas de esta petición de ayuda. —El olor que me recordaba a ciertas flores de mi planeta y que se había concentrado en el despacho me estaba alterando y me estaba llegando a resultar incitante. El aroma de la adrenalina de la embajadora se incrustaba en mi olfato y mi cuerpo respondía de una forma que no era la más adecuada para ese momento. Me sentí como un adolescente con las hormonas alteradas y no como el comandante de una nave con bastante experiencia tratando a otras razas y culturas.
—Lo siento. —Su piel tornó de un tono cobrizo que supuse que era el color del rubor entre su gente y pese al aplomo que había manifestado anteriormente su mirada se desvió de nuevo hacia el exterior de la nave. —Cuando estoy nerviosa es complicado controlar mis capacidades. No todos los habitantes de mi planeta leen la mente y nos comunicamos así. Yo pertenezco a un grupo que tiene ese don y que a la vez somos traductores de lenguas del universo. Tenemos contacto directo con la naturaleza y los espíritus de nuestros antepasados y a veces actuamos más por instinto animal que por raciocinio. La tormenta me ha trastornado un poco —tras decir eso el olor, que me alteraba, bajó de intensidad, imagino que entendió que me estaba poniendo en un compromiso y fue capaz de controlarlo, algo que agradecí.
—Entonces si no hay más y nos esperan en Mormuk, prepararé todo para salir inmediatamente para visitar al Consejo. Tu nave está bastante dañada por lo que seguirá enganchada a la nuestra e iremos todos juntos en esta —le respondí sintiendo que no me lo estaba contando todo. Yo también tenía unas capacidades pero que no sabía si a esas alturas ellas las habría descubierto o no.
—Avisaré de que aceptáis la invitación, para que abran la cúpula de protección de la ciudad —Durante unos segundos la mujer pareció quedarse en trance mirando por encima de mi hombro, con lo que pude observar con atención que pese a su apariencia delicada me había dejado engañar por la primera impresión y posiblemente estaría delante de alguien entrenado para la lucha. Al momento sentí sus ojos clavados en mi cara. —Nos esperan.
—Acompáñame al puesto de mando —le dije haciendo un gesto para que saliera por delante de mí.
Sobrevolamos la ciudad tras haber superado las barreras de seguridad y comprobé que si bien sus construcciones podían parecerse a lo que yo estudié hace años de pequeño como cultura Minoica, no debías dejarte engañar porque si te fijabas con detalle había aspectos de tecnología bastante avanzada.
—Tratamos de vivir acorde con la naturaleza propia de nuestro planeta, pero no somos ajenos al desarrollo tecnológico. Nos aprovechamos de ello procurando no dañar a nuestro mundo. Usamos energía que proviene del núcleo del planeta, aunque tratamos de que todo sea lo menos contaminante o agresivo posible. Por ejemplo nuestra medicina se basa en conocimientos que vienen de los antiguos pero los métodos para aplicarla se desarrollan gracias a investigaciones actuales. Ya lo irás descubriendo en la visita.
El viaje fue breve y pronto atracamos la nave, junto con otras, en un gran hangar, que me hizo a la idea de que el Arkoi mantenía relaciones comerciales con mundos bastante distantes, ya que había un continuo trasiego de individuos y mercancías, aunque debía de estar aleta porque algunos de esos individuos los identifique como mercenarios. Llegamos al control de salida y tras unas palabras de la embajadora con los controladores, pasamos a una sala desnuda e iluminada con una luz que no pude identificar muy bien de dónde provenía, parecía salir directamente de la piedra. Habíamos decidido que a la entrevista iría yo solo, así el resto de la tripulación entregaría la nave de la embajadora y vería si la nuestra había sufrido algún daño tras la tormenta. Aunque en realidad, no solía dejar mi nave desprotegida si estábamos de misión.
—Desde aquí nos transportaremos hasta el Consejo. Si me das la mano me resultará más fácil trasladarte conmigo. —Cuando nuestras pieles se tocaron, noté un leve temblor en sus dedos tras lo que esbozó una primera sonrisa.
Al instante todo se volvió borroso, aunque no me causó impresión porque ya conocía ese medio de transporte. La diferencia estribaba más en el método y la intensidad de la energía, que hacía que acabara más o menos mareado. Esta vez tuve suerte y, posiblemente, porque fue poco el tiempo que estuve bajo su control, que apenas si percibí un leve vahído. Llegamos a un espacio amplio con bóvedas sujetas por columnas de piedra que en la parte superior se abrían en abanicos y que se estrechaban en el centro dando la sensación de un equilibrio precario. El lugar estaba lleno de individuos de distintas edades y por su forma de moverse, yendo de un lado para otro en grupos, me recordó a un centro de formación, aunque desconocía de qué tipo.
—Hace falta un gran número de sanadores, a veces los tiempos se vuelven difíciles cuando menos se esperan. Y para ser un buen sanador se necesitan años de formación. Aquí vienen muchos jóvenes para asimilar las enseñanzas de sus antepasados y aunque todos tienen cualidades, en este lugar aprenden a manejar adecuadamente esas cualidades. Tener un don y no saber usarlo es tan peligroso en estos días como no tenerlo. Ahora iremos a conocer a mi maestra sanadora y miembro del consejo, Soloya —la mujer respondió a mi pensamiento con presteza. Tendría que acostumbrarme a este método tan poco ortodoxo de comunicación unidireccional
—Gracias. —Debió de notar mi incomodidad por lo seco de mi respuesta. Puso su mano en mi antebrazo haciendo que me parara justo delante de una gran puerta flanqueada por dos habitantes del planeta, similares a los que nos habían recibido en el hangar, aunque estos por su porte tenían más pinta de guerreros. Iban con largas túnicas y capuchas que me impidieron ver sus rostros. Sus manos estaban ocultas en las mangas.
—Para tu tranquilidad te diré que en la ciudad pocas de nosotras tenemos la habilidad de leer y comunicarnos con la mente. Todas las que podemos hacerlo, somos mujeres y tenemos la obligación de mostrar esa habilidad ante nuestro interlocutor, si no lo hiciéramos perderíamos el poder y posiblemente la vida. Tampoco podemos hablar con terceros de lo que leemos por el mismo motivo: nos va la vida en ello —mientras decía esas palabras y a través del breve contacto con su mano en mi antebrazo pude sentir que decía la verdad. Miré en el fondo de sus ojos almendrados, de color más oscuro en ese momento, y puede ver esa sinceridad que me mostraba con sus palabras. Hizo un gesto y uno de los guardianes abrió la puerta que atravesó ella primero.
En un primer momento no vi muy bien donde estaba por el contraste de la luz del exterior frente a la suave penumbra de la estancia. Distinguí objetos a mi alrededor pero mi vista no podía llegar hasta las paredes. Es como si solo estuviera iluminado el camino que me conducía hacia una mesa llena de volúmenes y objetos desconocidos para mí y donde una mujer se encontraba sentada mirando un libro que parecía estar leyendo y del que apuntaba cosas en unas hojas que tenía a su alcance. Cuando estuve próximo a la mesa levantó la mirada de su trabajo y apartando las hojas a un lado se levantó de su asiento para luego rodear la mesa, con lo que se puso a mi altura.
—Bienvenido comandante Rensy. Me alegro de tenerle como invitado. Soy Soloya —la mujer era algo mayor de lo que esperaba o tal vez era la responsabilidad que le hacía aparentar más años de los que tenía. Iba vestida como el resto de los habitantes de la ciudad con los que me había encontrado, incluida Noriah. Casaca y pantalón de unas telas coloridas que no indicaban que fuera el personaje tan importante que me había supuesto: una maestra sanadora que conocía todos los secretos de los antiguos. —Estamos muy agradecido porque haya aceptado nuestra invitación, sobre todo sabiendo que no estaba dentro de sus planes de navegación —incliné mi cabeza a modo de saludo. No tenía muy claro cuál era el protocolo que se seguía en ese lugar. —Acompáñame —dijo la mujer a la que seguí, junto con la embajadora, hacia una puerta entornada en la que no me había fijado al entrar.
No pensaba que allí me encontraría una acogedora estancia con chimenea donde además había una mesa llena de comida. En ese momento sentí que tenía más hambre de la que quería reconocer e incluso el sonido que hizo mi estómago me delató.
—Siéntese y así le paso a contar el motivo de que interceptamos su nave —sus palabras fueron en un tono divertido que demostraba que había oído el sonido de mis tripas. —Algo está ocurriendo en nuestros territorios que se sale de nuestros conocimientos. Hay gente que enferma, pero pese a curarse no vuelven a ser lo que eran, es como si una tristeza embargara sus corazones y no pudieran remontar sus vidas. No es una enfermedad que se pueda curar con nuestros conocimientos ancestrales —Soloya comenzó, de forma pausada, la conversación una vez que había acallado un poco mi hambre. —Es un tema que nos está preocupando porque nunca nos habíamos encontrado con algo similar.
—He visto que hay muchos futuros sanadores por lo que me ha comentado Noriah y es como si esperarais algo por el estilo.
—Uno de los lectores lo vio en sueños hace más de un año. No dijo exactamente cuál era la amenaza pero si nos recomendó que aumentáramos el número de candidatos, pero ya supondrá que ser sanador no es cuestión de formación, tienen que ser personas con unas habilidades fuera de lo común y muchos son los que vienen pero no son tantos los que llegan al final del camino. Aun así creo que hemos llegado a tiempo para evitar males mayores —comentó mientras me servía un licor tras acabar la comida.
Seguimos la conversación hasta bien entrada la noche, donde me dio detalles del robo y las circunstancias que estaba viviendo el planeta, y aunque me encontraba bastante cansado, necesitaba dejar bien clara cuales eran las intenciones de la invitación. Tras finalizar este primer encuentro me puse en contacto con mi tripulación para avisarles que esa noche me quedaría en la ciudad ante lo que Nalia y Harmon me comentaron que no había problema. Ellos seguían reparando la nave y que les estaban facilitando la tarea además de proveerles de todo lo necesario para comer y descansar. No me hacía mucha gracia quedarme solo en aquel lugar pero estaba claro que tampoco era algo que pudiera impedir. Noriah me acompañó hasta mi alojamiento con la propuesta de que al día siguiente me enseñaría más a fondo el lugar dónde estaba.
No tardé mucho en quedarme dormido al calor de una chimenea que caldeaba mi alojamiento porque estaba muy cansado tras la extraña situación vivida desde la aparición de la tormenta. Justo antes hacerlo volvió a mí imágenes de Noriah, aunque esta vez aparecía envuelta en brumas. Debía de ser bien avanzada la noche cuando sentí una presencia en mi habitación, intenté moverme pero mi cuerpo no respondió y entré en pánico al comprender que había una poderosa magia que me mantenía paralizado, con gran esfuerzo me concentré para tratar de crear un escudo de protección para que pese a mi parálisis, nadie pudiera atacarme con un arma. Era un escudo protector, que cualquier alumno novato de la academia debería de saber realizar, porque para eso teníamos implantes biomecánicos que desarrollaban nuestras capacidades mentales, algo que no sabía si la embajadora había descubierto. Con ello esperaba ganar tiempo para buscar un modo de librarme de mi visitante. Antes de lograrlo, el intruso estaba a mi lado y solo logré captar un olor a flores conocido, porque al no poder moverme no pude ver más que su cuerpo de cintura para abajo gracias a la tenue la iluminación que todavía emitía el fuego de la chimenea. Pero algo me dijo que la presencia no era una amenaza y en ese momento la dejé hacer. Estaba tan cerca que juraría que oía su respiración mientras con su mano apartaba la ropa de la cama que me cubría dejando mi torso desnudo a su vista, noté el correr de mi sangre se aceleraban y lo malo es que sabía que ella lo había notado porque apoyó la palma de su mano en mi pecho a la altura de ese corazón que latía en ese momento desbocado. No tenía muy claro si era por la expectación de no saber que estaba ocurriendo, por la parálisis que sufría o por un extraño placer por sentir su tacto sobre mí. Tras unos segundos apartó su mano pero con la punta de sus dedos inició un viaje sobre mi piel tan despacio que tenía que esforzarme por no pensar que en realidad era un sueño. Pero sabía que no lo era porque otras partes de mi cuerpo se estaban despertando más de lo que quería reconocer. Tras entretenerse una eternidad haciendo círculos en mi pecho, subió por mi cuello deteniéndose en la yugular, como si quisiera saber cómo continuaba mi pulso, tras unos segundos continuó por mi mentón abriéndose paso hasta mis labios que acarició. Podría haber emitido un gemido pero mi garganta estaba igual de paralizada que el resto de mi cuerpo. Debió de notar esa explosión de placer que recorrió como un latigazo mis entrañas al sentir las yemas de sus dedos en la fina piel de mis labios porque se arrodilló, tal vez, para ver mi cara. Y ahí pude ver sus ojos enfrentamos a los míos, no sé si fue por la magia, mi imaginación o mi deseo de verle la cara pero, pese a estar de espaldas a la chimenea, vi sus almendrados ojos amarillos, de un amarillo ámbar, rodeado de un cerco negro que los enmarcaba con nitidez, pero no pude ver más de sus rasgos porque llevaba el resto de la cara tapada. Aun así, supe que esos ojos y su mirada las reconocería en cualquier sitio. Hice un esfuerzo sobrehumano para romper el hechizo en el que me veía envuelto y lo logré, pese al dolor que me supuso ese choque de energías entre mi poder y el de la hechicera, moví mi cuerpo para incorporarme. Y así, justo en el momento en que logré ponerme de pie, ella se apartó desapareciendo, pero el olor a flores quedó en el ambiente así como la sensación del calor en mi piel tras roce de sus dedos. (Continuará…)
Relato original de Gaby Taylor