Opinión

Enamorarte del monstruo

El fin de semana pasado me leí, de una sentada, una novela de la compañera Charlotte T. Loy Los hijos del viento del Norte, de la que he hecho una buena recomendación para animar a leerla, no solo a sus lectores habituales, si no también a aquellos que no se suelen acercar a este tipo de novela o no conocen a la autora.

El género de la novela es vampírico y pese a que tiene, como ya expliqué en otra entrada, unos clichés propios, me ha gustado mucho porque me ha llevado a reflexionar sobre el tema de enamorarse del monstruo y, como hay novelas, donde el autor retuerce la trama para buscarle justificaciones a actitudes controladoras y manipuladoras, algo que esta autora no busca. Ella no trata de excusar ese tipo de proceder a la hora de desarrollar su trama y por eso me ha gustado tanto su narración. Porque en realidad no hace falta disculpar ese enamoramiento ya que con la capacidad de manipulación del monstruo tenemos bastante y él mismo es capaz de exculpar toda la maldad que desarrolla ante los lectores.

Esto viene al caso porque hay novelas que, no entiendo el motivo, justifican las relaciones tóxicas con frases tan trilladas como que el «amor siempre triunfa«, «lo cambiaré con mi amor» o «es que me quiere tanto que me protege«. No, eso para empezar no es amor, es manipulación, un control asfixiante sobre la persona objeto de deseo del monstruo.

En el mundo hay dos tipos de personas, los jefes y la plantilla de personas que tiene a su cargo. Un jefe es alguien que tiene la capacidad de discernir las cualidades adecuadas de un trabajador para hacer más productivo el trabajo sin menoscabo del individuo. No lo calificaríamos de manipulación positiva, sino más bien de orientación positiva ya que en teoría se benefician ambas partes. Todos sabemos que en las relaciones humanas siempre hay una persona que tiene más capacidad organizativa o capacidad ejecutora, pero siempre centrándose en el bien de ambos, pero un bien que NO sea egoísta. En las cuestiones amorosas y de relaciones personales cuando una parte sale más beneficiada que otra y, es más, una sale beneficiada y la otra perjudicada, a costa de ejercer poder una sobre otra, recibe el nombre de manipulación y eso es tóxico. Una de las dos partes tiene como bandera su propia satisfacción personal.

En las novelas en las que las relaciones se ciñen a un individuo que doblega la voluntad de otro para beneficiarse y con eso se acaba perjudicando de forma física o psicológica al objeto de deseo, la relación es tóxica y si se disculpa alegando que es por amor y por proteger a la otra parte doblemente tóxica. Y de eso leo mucho en la literatura actual, cuando deberíamos de tener claro que líneas NO sobrepasar. Pero las sobrepasamos de largo y las disculpamos por AMOR. Y no señoras y señores, enamorarse del monstruo sea vampiro o sea humano es asumible, lo que no es asumible es fomentarlo y normalizarlo con la excusa de que el AMOR siempre triunfa.

Me gustan las novelas que pese a perpetuar algún tópico como el de enamorarse del monstruo, algo muy humano, no disculpa al malo e incluso el protagonista reconoce que lo está haciendo mal pero que es superior a sus fuerza, algo propio de la debilidad de la naturaleza humana. No nos engañemos, los personajes manipuladores nos fascinan y caemos fácilmente en sus redes. Pero ni pensemos que lo estamos haciendo bien ni discúlpenos al monstruo porque nos parezca guapo y fascinante. Es un ser egoísta y ególatra

Me llama mucho la atención que encontremos en pleno siglo XXI a lectoras en las redes sociales que piden novelas en las que los personajes les gustan que sean según sus palabras textuales: bien celosos. Entiendo que se puede pensar que como escritores no somos nadie para decidir lo que se debe de leer o escribir o, ¿sí debemos decidir desde nuestra parcela dentro de la sociedad? Porque si hemos luchado para crear una sociedad más justa, que sea solidaria, hablamos de la empatía, queremos que seamos más humanos con las personas de nuestro entorno, ¿cómo seguimos perpetuando actitudes que son propias del siglo pasado? Todavía hay personas que buscan en su vida real esos mismos prototipos de relaciones que ya deberían de estar erradicadas dentro de nuestra literatura. Y vuelvo a repetir, debería de estar erradicado no el enamorarse del monstruo, lo que se debería de evitar es la justificación de esas relaciones tóxicas. Escribamos una literatura con fundamento y no caigamos en los tópicos tóxicos en pleno siglo XXI que justifiquen y perpetúen el maltrato, alegando que es literatura de ficción.

Mi abuela siempre decía que somos lo que comemos, y miedo me da que a estas alturas de la vida seamos también lo que escribimos y lo que leemos. Y por eso evito a toda costa leer y perpetuar con mi escritura ese tipo de actitudes.

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