Opinión, sentimientos

Lo mejor de todo: el equipo.

Hay personas que hacen un balance a finales de año, hay quien lo hace aprovechando las vacaciones y otras personas reflexionan tras una gran crisis personal, aunque también pueden hacerlo cuando el cuerpo se lo pida y mira por dónde, a mí, me lo pide hoy.

Siempre hay momentos en la vida en los que, pese a sonar a novelero, decimos que hay un antes y un después y puedo afirmar que eso me ocurrió en el 2018. Desde luego, muchas personas pueden llegar a pensar que tras lo ocurrido en el 2020, con la pandemia, ese antes y ese después queda mucho más marcado por ese nuevo estilo de vida que nos hemos visto obligados a llevar debido a un virus, que se ha integrado en nuestras vida con la misma tozudez que se instalaron las redes sociales, el internet y la vida online, nos guste o no nos guste. Pero aún así, y pese a lo real que han sido estos grandes cambios que ocurrieron en este año vírico, siempre me remitiré a esos dos años antes, donde tomé la decisión, forzada por otras situaciones, de dar un giro radical en mi vida y un salto que fue sin red y a la aventura.

Ahora que han pasado ya casi tres veranos, porque aquel cambio aunque ya se venía gestando desde meses antes se cerró en Septiembre de ese 2018, puedo hacer un balance con un buen camino recorrido y tres novelas en mi haber, además de con proyectos claros para otras tres más. Siempre que la situación lo permita, pero que coño, no nos vamos a arrugar ante las incertidumbres del futuro, que para eso tenemos las noticias de la prensa y televisión. Os preguntaréis a santo de qué viene esta reflexión y qué ha dado lugar a ella y todo empieza por esas pequeñas cosas que se hacen en la vida y que son las que marcan la diferencia.

Hoy me apetece hablar de lo mejor de ser escritora, pero desde otro punto de vista, que es desde el de ser compañera de tus compañeros. Está claro que como en cualquier otra profesión podemos ir a lo nuestro y pasar del resto de la humanidad, solo centrándonos en nuestros lectores, en nuestras ventas y en nuestras promociones, y me parece magnífico. Pero que vida tan triste si solo te miras el ombligo y más triste si, encima, lo haces pisando los callos al resto de la gente que tienes a tu alrededor. Cuando lo divertido e interesante de este mundo es el poder llegar a ampliar tus relaciones más allá de estar todo el día pegado a las redes sociales, tratando de vender, vender, vender y levantarnos y desde primera hora de la mañana hacernos un Paco Umbral y solo estar aquí para «hablar de nuestro libro».

Por supuesto mentiría si dijera que no me promociono, porque la verdad es que me encanta el marketing digital y todos los recursos y medios que hay hoy en día para facilitarlo. Ahora, también digo la verdad si os cuento que me apasiona promocionar, ayudar, conocer y trabajar con otros compañeros porque, aunque me encanta ir a lo mío, el poder formar equipo y hacer un buen trabajo de la mano de otros escritores, es de las cosas que más me gustan. Y lo hago a cambio de nada, que seguro que alguien piensa: «sí, venga ya. Y voy yo y me lo creo». Esta claro que aunque en el mundo hay más tontos que botellines, frase de un amigo que viene muy bien al caso, procuro no estar en el club de los botellines. Es de cajón que lo habitual es un quid pro quo con los compañeros, pero NUNCA exigiendo esa contrapartida. Yo hago lo que quiero o me comprometo libremente y no pido que los demás hagan lo mismo, si no, no tendría gracia. Está claro que luego como «es de bien nacidos el ser agradecidos», ya según se vea como actúa el resto de la gente conmigo, así seguirá siendo mi relación a lo largo del tiempo. Siempre aplico el refrán que me enseñó mi abuela: «Con la vara que midas serás medido».

Si os habéis percatado, esta es la mejor forma de conocer a la gente en su salsa y saber hasta dónde dan de sí. A una persona generosa, amable y agradecida se la ve venir tan pronto como a una que no lo es, y como ahora la mayor parte de las veces nos relacionamos de forma virtual, y parece más sencillo escondernos detrás de una máscara, se puede pensar que es difícil conocer a la gente, pero no, no es tan difícil. Las personas que son leales, trabajadoras, comprometidas, humildes, pero que saben lo que quieren, son muchas y fáciles de encontrar, solo hay que poner interés en buscarlas. Y eso es algo que durante tres años he hecho y me ha dado buenos resultados, lo que me ha permitido ir descartando a todas aquellas otras que no han cumplido mis expectativas, que tampoco han sido muchas las que han caído por el camino, pero a menos bulto, más claridad.

El detonante que me ha llevado a decir esto es un resumen que le he hecho a una compañera sobre las cuatro cosas que me gustan de esta profesión: escribir, leer a otros compañeros, promocionarlos y conocerlos. Y es lo que he tratado de hacer desde el principio y sobre todo en este último año. Creo que es un buen resumen de lo que debería de ser este mundo de los escritores. Luego, por supuesto, hay gente y botellines para todos los gustos, como en botica.

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