He leído en las redes califican a la escritura de actividad terapéutica y eso me ha llevado a reflexionar si el escribir es una terapia para corazones dañados o es un trabajo como el de soldador o albañil y no me ha costado tener la respuesta aunque, como todo en la vida, con sus matices.
También he leído en las redes sobre la necesidad de que para ser un buen escritor hay que ser un sufridor de manual y carne de psicoterapeuta, algo que ya en mi caso rechazo de plano. Si necesitara plasmar mis frustraciones, miedos, angustias y paranoias vitales en forma de escritura, lo haría en un diario y para mí se quedaría. Pues no sale caro y tiene tinta lo de publicar un libro, como para andarse con tonterías.
Ser escritor es un trabajo como ser fontanero, médico o bombero. Es un proceso que requiere de vocación, porque hay que meterse en muchos jaleos y también se necesita de una formación como base y durante el resto del proceso y no me voy a poner a crear o escribir según mis estados de ánimo. No puedo culpar a que hoy como me han costado más caros los pimientos y estoy enfadada escribo una escena de enfado de los personajes o la parte de la pelea en el thriller y mañana que me toca relax escribo la parte romántica. No, seamos serios, esto no va así por lo menos lo que en en mi caso se refiere.
Es más, en una de las entrevistas que me han hecho esta semana me pidieron que contará como es el día a día de mi actividad como escritora y en resumen explico que se desarrolla como la de un profesional cualquiera. Me levanto temprano, entre las 7 y las 8 de la mañana y empiezo mi día con un desayuno y preparando lo que voy a publicar en las redes sociales. Tras eso, empieza mi trabajo como escritora que puede desarrollarse, según cómo esté la novela que tenga entre manos, con búsqueda de información o trabajar en fase de corrección y pasar el manuscrito con Word al ordenador, porque siempre empiezo escribiendo en cuadernos de cuadrícula con bolígrafo negro Bic, lo que me facilita la opción de hacer una primera revisión a fondo una vez que lo voy subiendo a mi nube. Ya por la tarde puede que solo me dediqué a la lectura. Eso es el supuesto ideal, pero como cualquier otra persona también tengo otra vida social y compromisos variados.
Todo el proceso intento que sea un trabajo a tiempo completo de 8 horas. Hay quien por sus circunstancias vitales no puede estar todo ese tiempo pero aún así, si ese fuera mi caso para mí seguiría siendo un trabajo y no una terapia. Otra cosa distinta es que, en los tiempos que vivimos, el escribir se use como una forma de mantenernos distraídos de ciertas situaciones estresantes de nuestro día a día, como podría ser hacer maquetas, punto de cruz o ir a bailes de salón, pero para mí también con un matiz: yo no lo tengo como hobby.
Porque eso es otra, hay gente que te suelta sin filtro esa frase de que escribir es un hobby y lo suyo un trabajo. No, perdona, habitualmente los hobbies cuestan dinero y yo escribo para ganarlo y no soy una ONG y hasta la fecha esa es mi meta y la voy cumpliendo poco a poco. Y no me avergüenzo de decir que aquí estoy para ganar dinero, que parece que hay que pedir perdón por tener esa idea y que un escritor no lo es si piensa en cobrar por su trabajo. Existe mucho romanticismo mal gestionado que asimila la figura del escritor como alguien que tiene que ser poco menos que un indigente y recibir el reconocimiento cuando esté muerto y con mucho cariño, va a ser que no. Y ojo que decir eso hará que se levante otro hacha de guerra, las de los que la empuñan gritando que soy una soberbia y que me creo alguien.
En resumen escribir no lo hago por terapia sino por gusto y porque quiero ganar dinero para sacar mi siguiente libro. Y, sí es cierto, que me implicó tanto que me evado y disfruto viajando por todo el mundo gracias a este oficio, como me gusta llamarlo, de ser escritora.