La semana pasada estuve en la presentación del libro de un amigo y una de las referencias que llamaron mi atención fue la referida a los diez mandamientos del periodista, puesto que esta es su profesión. Me quedé pensando si habría también unos diez mandamientos para el escritor y concluí que podría ser una buena entrada para mi blog. Cuando inicié la búsqueda encontré que sí, en efecto, hay muchas referencias sobre este tema; tal vez demasiadas, pero no por ello iba a echarme para atrás y cambiar el contenido de mi publicación.
Continué la navegación por las redes y cada vez la madeja se me hacía más grande por lo que al final decidí hacer mi propio decálogo ajustado a mis pecados. A fin de cuentas, si cada cual peca como quiere, se pondrá los límites a su gusto. Busqué aquello que se adaptara mejor a mi forma de ser. Sé que eso es hacer trampa, pero es muy habitual entre los escritores eso de salirnos por los cerros de Úbeda. A continuación os desarrollo lo que considero que es mi decálogo.
1. Soñaré y escribiré y soñaré y volveré a escribir: No dejo a nadie que me diga que estoy perdiendo el tiempo. Me apetece recrear un mundo imaginario porque a veces estoy hasta las narices del mundo que me rodea. Y, como no tengo el poder de crear uno nuevo real, creo el mío propio a mi gusto. Nunca me siento ante una página en blanco para inventar algo, todo lo que escribo está ya en mi cabeza, de principio a fin. Sueño despierta con mis personajes, sus vidas y sus luchas para luego relatar lo que he presenciado.
2. No seré vanidosa. Una buena parte de los libros que considero malos lo son porque sus autores trataron de justificarse a sí mismos con una gran cantidad de excusas. Nunca me he tomado muy en serio cuando me miro al espejo y desde entonces me he considerado materia prima de la que sacar el contenido de mis historias. Todos mis personajes están hechos de retazos de mi personalidad, sumando a eso mucha observación de mi entorno. Por lo tanto, no soy un genio creando personales, vamos a dejarlo, sencillamente soy capaz de crearlos partiendo de algo que está ahí y ejerzo de barman haciendo un buen cóctel.
3. No seré modesta. Sí, entiendo que es contradictorio con el punto dos, pero seamos serios, la modestia (en el fondo falsa modestia que es el ego encubierto) es otra excusa para la pereza y la complacencia; las ambiciones pequeñas suscitan esfuerzos pequeños. Nunca he conocido a un escritor que no ambicionara ser grande y hay que pensar a lo grande para alcanzar grandes metas. Pero con la boca cerrada, a nadie le interesa conocer el límite de nuestra ambición.
4. Todos los días reeleré algo grande. Cuando necesito ayuda para solucionar un problema busco a profesionales con buenas referencias. Pues en el mundo de la escritura es lo mismo. No menospreciaré a nadie porque todos estamos para aprender, pero para hacerlo bien debo conocer a los grandes autores. Aunque no debo caer en el pecado de querer saber todo y de todos. No tengo suficientes vidas. Pero hay que leer unos cuantos grandes autores hasta comprender por qué son buenos, y cómo construyeron sus historias. Cuando comprendí esto supe que estaba en el buen camino.
5. No adoraré lo que se ha puesto de moda. Ya tengo superado eso de las modas que lo único que hacen es que se pierda tiempo (el estilo idóneo, el tema idóneo, qué clase de libros ganan los premios). Todos los buenos y grandes escritores llegaron a donde llegaron siendo ellos mismos y no siendo como esperaban los demás.
6. Escribo para mí. No escribo sobre lo que no me interesa porque alguien me lo sugiera o piense que mi tema está muy manido. No busco temas, el tema me llama desde dentro, en realidad cualquier cosa en la que no puedo dejar de pensar es mi tema. Si estoy a gusto conmigo misma saldrá mi verdadero yo en la novela y posiblemente eso guste a muchas personas, no tengo que buscar el gustar a los lectores.
7. Seré difícil de contentar. Podré pensar que estoy en el buen camino si cuando releo lo que llevo escrito me atrae como lector pero para eso tengo que ser muy sincero. No hay nada más patético que mentirse a uno mismo. Por lo tanto, todo lo que no sume nada a mis personajes o a la historia puede eliminarse.
8. Evitaré la pedantería pero también la simpleza: Hay quien piensa que un lenguaje rimbombante es sinónimo de grandeza intelectual y conocimiento, mientras que un lenguaje más llano denota falta de sesos o de ideas. Y a veces quiero pecar y caer en esa tentación; pero no. Al igual que a veces me ronda por la cabeza pensar que un lenguaje sencillo es simple. Nada mas lejos de la realidad, más bien son dos extremos que muchas veces me tienta tocar. Tengo que alejarme de esa tendencia a escribir historias huecas, diálogos insulsos, palabras colocadas en orden sin más significado que el que aparece en la RAE, pero que sean historias que estén de moda y me dé la tentación de seguir esa estela. Los grandes autores son atemporales, no se dejaron llevar por las modas; ellos hicieron moda.
9. Aceptar que tachar es tan importante, o más, que añadir: Esto es algo que aceptarlo es un triunfo. A veces me tomo mis libros como algo personal, pero aunque los haya parido hay que educarlos, darles forma y limar todo aquello que otros muchas veces nos van avisando de que es preciso hacer. Me duele, sí, pero es ley. Tengo que ser consciente de los puntos flojos de mi obra y comenzar a suprimir o a reescribir partes, de manera que el texto se enriquecerá sustancialmente. Pero ojo, cuidadito como se me dice, que como buena madre, defiendo a mis cachorros con uñas y dientes. El menosprecio de mi obra sin una crítica constructiva puede suponer excomunión.
10. dejaré de irme por las ramas: Todas mis palabras deben ser algo más de lo que significan, tienen que hacer que el relato avance. Nunca debó perder de vista mi objetivo ni el contenido en aras de lo que se lleva y eso me evitará mucho estrés.
Este es mi decálogo. Seguramente cada uno de vosotros tiene el suyo propio porque tendrá sus propios pecados a la hora de escribir, aunque es posible que en algunos coincidiremos porque estamos muchos haciendo la misma labor, creando mundos. De todos modos como he dicho en uno de los puntos, dejé de tomarme en serio hace ya mucho tiempo, por lo tanto nada de hacer mucho caso a mis palabras, porque a fin de cuentas no dejan de ser más que mis propias reflexiones hechas a mi medida y que, en realidad, solo son válidas para mí.
Me parece un buen decálogo de mandamientos. Nunca he pensado en los míos y tu entrada invita a reflexionar sobre ello. Gracias!!
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Comparto tu decálogo, creo que muchos colegas lo harán, pero en mi caso en particular, multiplicaría el punto 1 por 10, para mandar a…paseo a aquellas personas que se permiten insinuar que la escritura es una actividad menor, un entretenimiento, casi, cuando no produce dividendos extraordinarios, o algún premio literario, al menos. Lo mejor del cuento es que esos son los primeros que vienen a colgarse de tu cuello tras la menor hazaña literaria, diciendo «siempre supe que eras una gran escritora» y rematándolo con un «me encanta como escribes».
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