Las posibilidad de que me aburra es prácticamente inviable pues tengo una gran cantidad de cosas que llaman mi atención y me gustan. Y, hoy en día, teniendo una conexión a internet es mucho más complicado que la apatía se instale en mi vida. Es cierto que me encanta leer, aunque no soy fiel a ningún autor ni género, podría decir que soy más bien de tirar de los hilos de la información que encuentro o llama mi atención y dejarme llevar.
Quien sepa un poco de mí conoce mi gusto por la joyería, pero no por su valor económico, sino por ser unas obras de arte de diseño y montaje sorprendentes con elementos tan pequeños que parece increíble que puedan ser hechas por manos humanas. Si siempre he sido amante del arte, sobre todo de la arquitectura, la joyería es mi pasión secreta pues disfruto mucho viendo esas espectaculares construcciones y conociendo las historias que hay detrás de ellas.
Desde hace tiempo sigo las creaciones de importantes joyerías como Ansorena, Cartier, Van Cleef and Arpels, Tiffany, Chopard, Bulgari, W.A Bolin, Fabergé, Garrard & Co, y Boucheron, entre otras.
Te preguntarás que qué tienen en común la mayoría de ellas y es cierto que participan de dos cosas en común: fueron fundadas a finales del siglo XIX o principios del siglo XX y además han realizado maravillosas piezas de joyería para la nobleza europea que por motivos de herencia han ido pasando de mano en mano en las familia reales de manera curiosa. Unas veces por herencia, otras por regalo y otras por ventas y compras ante las necesidades financieras de muchas de las familias nobles que sufrieron crisis económicas o exilios como buena parte de la nobleza rusa tras la revolución de 1917.
Además tengo la suerte de que hace años, como regalo de Reyes, me llegó un libro que guardo como oro en paño sobre ese tema y que, ahora mismo, está descatalogado, por lo que de segunda mano tiene un precio desorbitado, algo que me ha causado bastante sorpresa. En él se habla de joyas y protocolo desde la época medieval hasta nuestros días. Y te voy a contar algunas de las historias que se encuentran entre sus páginas que lo mismo te supone de inspiración para alguna trama o te anima a buscar otros libros relacionados con el tema.

Me encanta aprender cosas como que esta tiara que lleva la reina Victoria en la foto de la portada, es de las llamadas «de pasar» y se denomina así porque son joyas personales, no pertenecen al gobierno y su dueña tiene potestad para prestarla, regalarla, donarla o decidir quién la heredará sin tener que dar cuentas a nadie. En la actualidad se mantiene en la familia real española, en caso de un nuevo exilio como en el de 1931, esa tiara se iría con sus dueños, puesto que fue un regalo de Alfonso XIII para su futura esposa Victoria. Y así son la mayoría de las joyas que lucen las mujeres, miembros de las casas reinantes europeas o nobles. Pero si se tira del hilo no nos extrañe que averigüemos que el origen de muchas de estas piezas y que tienen hoy en día las casas reales europeas son heredadas de una hija de la reina Victoria de Inglaterra o de una zarina rusa que es nieta de la misma reina. Tampoco te debe asombrar que aprendas que muchas de ellas aparezcan y desaparezcan entre generación y generación al ritmo de las distintas guerras, revoluciones o empeñadas por necesidades económicas de sus dueños como he dicho anteriormente. Cada tiara, collar, pendiente, broche o pulsera cuenta la historia de Europa reflejada desde las distintas facetas talladas de sus piedras preciosas.
Otra palabra que he aprendido, gracias a esta afición, es la de Kokoshnik que significa en ruso «Peine de gallo» (tal vez se refiera a la cresta del gallo, pero esto ya es suposición mía):

En la foto superior te muestro que es un tocado típico ruso que con el tiempo las mujeres de la familia imperial de este país enjoyaron e incluso hicieron tiaras de metales y piedras preciosas con esa forma. Así llegamos a una tiara muy famosa, que tiene este nombre, y que hemos visto muy a menudo en la cabeza de Isabel II de Inglaterra.

Para mí, la curiosidad que envuelve a esta y otras muchas tiaras, es la opción creada por el joyero que las diseñó de desmontarse en distintas piezas según la ocasión siendo pulseras, collares, broches o pendientes, según las necesidades de su dueña.
A continuación te muestro la transformación de esta pieza de Isabel II de Inglaterra en un video dónde el joyero de la reina presenta como se desmonta y monta para su diferente uso. Así, aunque es cierto que la soberana tenía un gran joyero, con esa posibilidad de transformación, parecía que tenía más piezas de lo que parecía, para lucir en la grandes ocasiones.

Ya te he comentado en otra entrada del blog mi gusto por la joyería al hablarte de uno de los libros que tengo en casa, aunque en este caso la trama gira en torno a una perla que de manos de un esclavo, que la encontró en el Caribe exactamente en las costas de Panamá, paso a las de Felipe II de España y después de muchas aventuras finalizó en el cuello de Elisabeth Taylor como regalo de su marido Richard Burton.

De esta actriz tengo el gusto de usar su apellido para mi seudónimo ya que es una mujer que me ha inspirado mucho por la fortaleza y carácter que demostró a lo largo de su dilatada vida y carrera.

El collar que lleva Elisabeth emula al que en otro tiempo lució María Tudor, reina de Inglaterra y segunda esposa de Felipe II, aunque curiosamente la perla que le regaló Felipe II recibe el nombre de Pelegrina y no es la protagonista de la historia del libro de Carmen Posadas, pero es la que llevó María hasta su lecho de muerte en recuerdo del rey. Otra joya que merecería su propio libro a parte pues llegó a estar en la corte del zar Nicolás II en las manos de Rasputín, del que sabemos por la historia que no tuvo un buen final.

Ni que decir tiene ya, a estas alturas, deducimos que muchas de estas piezas están rodeadas de interesantes maldiciones que afectan de forma muy negativa a sus dueños. De hecho en las joyas de la corona de Inglaterra cuenta la tradición que el diamante Koh-i-Noor es uno de los malditos.

El Koh-i-Noor y Cullinan son los diamantes más valiosos que están en manos de la corona británica desde hace centurias. El primero de ellos, de 105,6 quilates, fue extraído en la India hace miles de años y es uno de los diamantes tallados más grande. Se rumorea que esta pieza está maldita, porque según la leyenda, todos los hombres que han poseído el Koh-i-Noor han sufrido alguna desgracia. «Solo Dios, o una mujer, pueden llevarlo con impunidad», dice un texto hindú del siglo XIV. Por eso a la hora de su limpieza solo es tocado por mujeres joyeras, no sabemos que ocurrirá ahora con la maldición cuando sea coronado Carlos II, hijo de Isabel.
Muchas joyas, con el tiempo, han sido protagonistas de películas y novelas haciendo que surgiera un género que es el de los ladrones de guante blanco y que tan entretenidas tramas nos han hecho pasar buenos ratos con su lectura. Caballeros, e incluso nobles, que tenían una doble vida como ladrones entre los que destaco a Arsenio Lupín. Protagonista creado por el autor francés Maurice Leblanc (1864-1941) que fue contemporáneo de Arthur Conan Doyle, y la popularidad que alcanzó el personaje de Lupín en Francia puede compararse con la del detective británico Sherlock Holmes en los países anglosajones. Sus muchas aventuras de este caballero-ladrón tienen lugar en este país vecino durante la Belle Époque y los locos años veinte. Su fama en el extranjero le ha valido tanto adaptaciones cinematográficas estadounidenses como adaptaciones de manga de autores japoneses.

Si os animáis a conocer este personaje podéis leer las novelas de Leblanc o ver la serie de Neflix del 2021 sobre este ladrón, aunque adaptado a los nuevos tiempos que corren.

Como has leído, el mundo de las joyas te llevará por unos derroteros que te hará conocer interesantes autores, géneros y libros de los que seguramente en otro post te contaré, ampliando la lista de autores de novelas sobre ladrones de guante blanco, entre los que hay varios escritores españoles. Como despedida te dejo otra joya aunque es una historia de ficción, pero que dio lugar al nacimiento de un entrañable personaje: la pantera rosa, perseguido por ladrones como el fantasma (el actor David Niven) y el gato (el actor Gary Grant).

En la película original titulada La pantera rosa, de Blake Edwards, el título hacía referencia en realidad a un diamante ficticio de mucho valor y, por extensión, el motivo alrededor del que gira la historia sobre un ladrón de guante blanco que intenta robarlo.