¿Nunca os habéis planteado que los signos de puntuación dan datos sobre nosotros mismos?
De un tiempo a esta parte me estoy dedicando a formarme con un curso muy completo de escritura creativa al que hay que sumar otro de puntuación para escritores y no escritores. En ambos he descubierto cosas muy interesantes que desconocía y que hoy quiero compartir con vosotros, mis lectores, puesto que creo que compartir dificultades, y curiosidades es tan importante como contaros los éxitos que se puedan tener.
Si Carmen Mola nos presentó este año pasado La Bestia, yo convivo con ella en mi día a día como escritora, pero para mí tienen otros nombres: las comas y las rayas de diálogos. Ambos signos me traen a mal traer pero soy una persona que no me rindo y que desde el minuto uno trato de domarlos y hacer de ellos mis aliados.
Una de las cosas que me dijo mi último lector 0 es que al ser de mente inquieta soy muy amiga de escribir como hablo, lo cual no es malo si eso lo corrijo a la hora de publicar, y que además es muy habitual que utilice demasiadas oraciones explicativas dentro de un mismo párrafo, con lo lioso que eso supone a la hora de utilizar los signos de puntuación. Por lo tanto, tratando de no perder el tiempo y aprovechando el tiempo de enfriamiento que requiere mi próxima novela me he puesto a realizar los cursos que os he comentado, donde he aprendido cosas muy curiosas que os cuento a continuación.
¿Os habéis parado a pensar que los signos de puntuación son nuestros ayudantes del estado de ánimo?
La puntuación nos permite respirar y detenernos cuando no podemos seguir, preguntar lo que no comprendemos, dudar, reclamar, insultar, descargar la angustia y manifestar júbilo; nos proporciona seguridad y otorga fluidez al facilitar el proceso de escribir.
Puntuar un texto plasmas nuestro estado de ánimo. Con los puntos suspensivos manifestamos el sentimiento de lo doloroso sin necesidad de regodearnos en el dolor porque ellos lo hacen por nosotros: interrumpimos la idea y colocamos esos puntos para que el lector complete la idea y nos consuele a su manera según como lo reciba.
Los signos de interrogación ayudan a suavizar una crítica a un interlocutor o a profundizar la cuestión que nos inquieta. La exclamación, a expresar nuestro júbilo y compartirlo con los demás, nuestra rabia o sorpresa. Unos dos puntos pueden dar paso a una riada de recuerdos o a una lista de ilusiones. Un punto marca el fin de un gran desahogo y nos deja como nuevos.
¿Y qué podemos decir de nuestras preferencias a la hora de usar unos un otros signos de puntuación?
Seguro que nos relacionamos mejor con un signo de puntación que con otro. Si lo pensamos con calma averiguaremos datos sobre nosotros mismos. Os voy a poner un ejemplo utilizando un comentario de Valeria Selinger, directora de cine argentina aunque afincada en Francia:
Yo ordenaría todo con comas, el punto me parece excesivamente tajante, es una puerta cerrada, mientras que la coma es como una puerta entreabierta. A la vez, si bien en ocasiones me corta poner un punto; debo reconocer que también me angustia no poder hacerlo.
Valeria Selinger, directora de cine
Gema Justo, profesora de Lengua y Literatura lo expresa de la siguiente forma:
La comas resultan divertidas, pequeñitas, ligeras, las comparo con unas bailarinas. Las comillas son quisquillosas, como si siempre buscaran el doble sentido. Los puntos suspensivos me dan sensación de ambigüedad, melancolía y los dos puntos como si nos prepararan para recibir lo que sigue y dejaran tiempo para coger carrerilla.
Gema Justo, profesora de Lengua y Literatura
Podemos reconocer nuestro mapa sígnico si hilamos fino puesto que al igual que hay novelistas y autores de relatos cortos y cuentos, hay quien se inclina hacia un tipo de puntuación o hacia otra. Unos serán usuarios, indecisos o tal vez digresivos, de largos párrafos y otros lo serán de frases y párrafos breves. ¿Te has analizado para saber de que tipo eres? Os lo voy a poner fácil haciendo un resumen a forma de espejo para que veáis si os reflejáis de una u de otra forma:
- Los dos puntos: se identifican los que muestran cierta apertura, ciertos deseos de abrirse hacia lo nuevo o desconocidos. Su uso será correcto cuando la información de la frase se expanda en otra más amplia, que abra camino hacia una nueva información.
- Las comas: con ella identificamos a los que parecen no acabar nunca de completar una frase, a los que agregan más elementos a los anteriores, a los que no cambian el hilo.
- El punto y aparte: podemos identificar a los que cierran una cuestión y pasan a otro tema, a los contundentes.
- Los puntos suspensivos: suelen ser los que dejan las ideas sin terminar o incluso a los reticentes.
- Los signos de interrogación: a los que dudan
- Las comillas: son para aquellos que retoman constantemente lo que dice Fulanita o Menganito.
- Los paréntesis: se vinculan a los digresivos (a los que pasan de un tema a otro y retoman) o a los que tiran la piedra y esconcen la mano.
- Si el texto carece de puntuación entonces nos encontramos ante los que se expresan y viven con mucha rapidez.
Obviamente, tampoco es para tomarse lo que he escrito al pie de la letra, solo son unas pinceladas de algo que podéis tomaros como una especie de juego y con el punto justo de seriedad.
La forma en que organicemos la información gracias a los signos de puntuación determinará la interpretación del texto aunque hay que tener en cuenta que los signos dependen también del temperamento de cada uno y de sus intenciones. El estilo somos nosotros mismos, pero no olvidemos que según pasan los años, dejamos de ser como éramos. El modo en que puntuamos un texto nos delata. no lo hacemos igual en nuestra primera novela que en la última, o por lo menos deberíamos de evolucionar, al igual que evolucionamos según vamos cumpliendo años. Tampoco puntuamos igual deprimidos que exultantes. Para el mismo texto puede haber varias opciones, todas válidas, que dependerán del momento que vivamos. Por eso una de las recomendaciones dada por mis profesores, es que a la hora de corregir siempre lo haga de una sola vez y no en tramos.
Lo que sí puedo confirmar que todo lo que nos caracteriza conforma nuestro universo y en consecuencia, nuestro estilo. El estilo es una música, un lenguaje que nos concierne a nosotros únicamente y a nuestra manera de escribirlo. Es la forma con la que damos el toque a nuestra obra y el faro con el que el lector identifica nuestros textos. Así entre la hoja en blanco, a la que nos enfrentamos al inicio de nuestra novela, y el punto final, los signos de puntuación guían y muestran nuestra manera de ser; refuerzan la melodía de una novela.
Ya me contaréis si os identificáis con alguna de las sugerencias del esta entrada.